miércoles, 30 de noviembre de 2011

*Anotaciones del Autor

- El nombre de Meidozen proviene del inglés May (Mayo) y Dozen (Docena), ya que los gusanos de seda comienzan a realizar sus capullos a partir de la segunda docena de Mayo.

-El nombre de Rosmer proviene del inglés Rose (Rosa) y del francés Mer (Mar), ambos aspectos importantes en la trama de la historia.

-El nombre de Bladhollow proviene del inglés Blood (Sangre).

-El nombre del grupo de Meidozen, "Drain" proviene del inglés Dream (Sueño) y Train (Tren) pues muestro mucho interés por ambos temas así como brinda honor a un cuento que escribí medio año antes de comenzar esta novela.

- El nombre del primer capítulo hace tributo al disco de Plastic Tree titulado Ammonite.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Capítulo 1: Bajo la Luna que enmudece a las anémonas

Bladhollow era una ciudad costera que destacaba por el gran número de bares, pubs, discotecas y antros que había en ella. Según los pescadores más ancianos del lugar, años atrás, en la madrugada más oscura de hace decenas de veranos, la mismísima muerte se apareció ante un marinero que estaba desembarcando en la costa preguntándole donde podía encontrar un lugar donde escuchara un solo de guitarra que la conmoviese. La ciudad, que por aquellos tiempos no era más que una aldea de agricultores no tenía ningún lugar donde la muerte pudiera satisfacer su capricho. Así que, bajo un arrebato de ira ésta prometió aniquilar a toda la aldea y entintar los campos de cultivos con la sangre de los aldeanos si en menos de un año no había en aquel lugar algún sitio donde pudiese escuchar un buen solo. Al año siguiente, más de una treintena de pubs se abrieron en aquél lugar, y pronto Bladhollow se convirtió por excelencia en la ciudad que brindaba cada día tributo al rock.

Era una fresca noche de comienzos de Agosto. El paseo marítimo se encontraba lleno de grupos de amigos que reían mientras daban largos tragos a sus bebidas y seguían bromeando, de familias cenando pescado frito en las mesas de los diversos chiringuitos a punto de cerrar y de parejas que paseaban ilusionados comentando lo realmente bella que se encontraba la marea maceada por la frágil luz de la Luna Llena. Apoyada sobre una de las vallas del mirador una chica observaba como las olas hacían vibrar con suavidad a las estrellas reflejadas en el mar. Sacó el móvil del bolso y observó en él por octava vez la hora mostrando una leve mueca de impaciencia en sus carnosos labios pintados de rojo. De repente, de entre las voces de la multitud destacó una que paulatinamente se iba aproximando a la joven. Una voz llena de seguridad y con cierto tono burlesco comenzó a decir:
-Y el concierto de hoy se lo dedico a la pediatra más hermosa de la ciudad, mi rosa favorita, pues Venus nació de su saliva y el Edén de su orgasmo. Buenas noches preciosa.
-¿Ya has vuelto a irte de bares con los del grupo después del concierto? Desde luego no tienes remedio Meidozen–dijo Rosmer con cierto enfado mirándolo de arriba abajo, tratando de echar un vistazo general a la ropa que había elegido su novio para una ocasión tan especial, y la cual la decepcionaba un poco pues éste vestía un vaquero negro con cortes hechos en las rodillas, y una camisa de cuadros blancos y negros con los botones desabrochados.
-¿Puedes cerrar los ojos un instante cariño?
-Llevo esperando más de veinte minutos a mi novio, y nada más llegar no puedo ni mirarlo…Está bien, pero solo porque se que ésta es una de las tuyas–dejó caer delicadamente sus párpados, posteriormente pudo escuchar la cremallera de la funda del bajo que sostenía colgada de un asa. Un cálido beso en su blanquecina mejilla izquierda le susurró que ya podía volver a abrirlos.
Frente a ella él le extendía una rosa cuyos pétalos componían con harmonía una flor llena de vida de un color rojo pasión, casi tan vivo como la tonalidad que coloreaba la boca de Rosmer.
-Feliz aniversario preciosa –pronunciaron los labios de Meidozen mientras las pupilas de sus ojos pardos se clavaban en los ojos esmeraldas de Rosmer.
-Te quiero tontito –confesó con ternura.
-Bueno, ¿a dónde te apetece ir a comer? Estoy hambriento tras el concierto.
-Espera un momento, ¿qué es eso que llevas ahí? –señaló al pecho descubierto de su novio, que se encontraba tapado por una gaza–.No me digas que….
-Sí, me he tatuado justo antes del concierto–rió Meidozen como si careciera de importancia mientras se dejaba apoyado entre sus labios un cigarro que logró encender al segundo intento del mechero–.No te puedes imaginar cuanto escocía el sudor de los focos resbalando por el tatuaje.
-Definitivamente no tienes remedio–dijo regañándolo–.Y encima sigues fumando, ¿no llegamos al acuerdo de que dejarías de fumar después de que el doctor te dijera que necesitabas hacerte unos análisis?
-Pero si esos análisis debían de llegar por correo hoy, ya cumplí mi promesa–dejó entrever una leve sonrisa tratando de restarle importancia al asunto.
-En primer lugar la promesa consistía en dejar de fumar para siempre, ¿recuerdas? –preguntó Rosmer sin dejar tiempo a una respuesta–y en segundo lugar, no llegaban por correo, había que ir a recogerlos.
-Pues se me han olvidado –continuó riendo mientras caía en la cuenta de lo realmente guapa que se había puesto su musa para la ocasión. Una larga falda blanca de volantes acompañada de una camiseta de tirantas mínimamente escotada dejaba a relucir un lunar que adornaba su pecho izquierdo, trepando hacia su cuello–.Sabía que se te iban a olvidar, por ello fui yo a recogerlos–comentó con cada vez más enfado–.Por favor, te pido que dejes de fumar de una vez. Hazlo por mí…
-Está bien cariño, pero lo hago porque ya sabes lo que dicen, si las musas se enfadan con los compositores, estos jamás volverán a sacar una buena canción, y yo quiero cada vez conseguir más fama para los Drain, por algo soy su líder. Debo de velar por los chicos –volvió a reír dejando tras su risa cierto aire de fanfarronería.
-Lo dicho, no tienes remedio. Me enamoré de un tontito. Por cierto, ¿qué te has tatuado en el pecho? ¿No será esa horrenda calavera con el mástil de bajo incrustado en ella que dibujaste el otro día en una servilleta y dijiste que iba a ser el símbolo de vuestro grupo?
-¿Cómo que horrenda? –comenzó a mostrar un enfado proveniente del rechazo de una creación suya–.A Charlie le encantó el diseño.
-Charlie está loco. Ha de estarlo para querer hacer música contigo –Vaciló Rosmer dejando escapar una pequeña risa destinada a mosquear cariñosamente a su amado.
-Oh, así que me estás llamando mal músico indirectamente –comenzó a fruncir el ceño–.Ya quisieran muchas fans que les compusieran canciones como las que compongo para ti.
-Tontito, es broma –confesó con ternura–jamás me he emocionado tanto como cuando escuché en el Colysseum la canción de “We are Hours and Minutes” que hablaba de nuestra primera cita.
-Es verdad, que desde el escenario veía como llorabas y pensé: ¿de verdad tan mala es la canción que he creado como para que tenga que llorar? –rieron ambos unísonamente–.Bueno, vamos a comer que estoy hambriento .¿A dónde quieres ir? –volvió a repetir la pregunta.
-Es que había traído la comida hecha por mí como sorpresa de aniversario.


Ambos cogidos de la mano anduvieron conversando y riendo por todo el paseo marítimo. Él cada vez era más y más atraído por Rosmer, por su ojos perfilados con rímel, por su cuello de nieve adornado con un par de lunares de color canela. Cuando el viento soplaba intentando despumar las olas, su largo pelo flotaba entre la brisa lo que acompañaba a posteriori con un femenino gesto de apartarse el pelo tras la oreja izquierda, dejando a la vista artesanales pendientes de piedrecitas negras que colgaban de finos hilos color azabache que generaban un contraste armonioso con su color de pelo. Tras varios minutos de paseo, Rosmer escogió un lugar en la costa, a media distancia entre el paseo marítimo y donde rompían las olas para alojarse y cenar con tranquilidad. La playa se encontraba vacía. Extendió aprovechando la brisa una manta a cuadros rojos y blancos sobre la arena fría por la humedad. Del bolso, Rosmer sacó una pequeña fuente llena de pasta marinera, dos copas, una botella de vino y una vela púrpura con olor a frutas del bosque.

-La pasta está deliciosa, se nota que cada vez cocinas mejor–mencionó tras tragar y a punto de llevarse el tenedor de nuevo a la boca–.En un futuro, cuando nos casemos y tengamos hijos, quiero que me cocines esto todos los días.
-¡Menudo padre tan irresponsable! –exclamó–.Los niños pequeños han de tener una dieta sana y equilibrada. No podemos darles de comer todos los días lo mismo–.Rió de la ineptitud de Meidozen.
-Bueno, bueno. Ya sabemos de los dos quien será quien cuide más de ellos. Será su madre quien mientras su padre realice giras mundiales y salga en la portada de revistas de rock como el mejor bajista del mundo se encargue de ellos.
-¿De verdad piensas eso?, ¿crees que llegarás a ser famoso y a vivir de la música?
-Si he de serte sincero, soy consciente de que lo más posible es que jamás nuestros conciertos salgan de este pueblo –miró hacia el mar desesperanzado–.Cuando acabe el verano, comenzaré a buscar trabajo, y me separaré cada vez más de Charlie y del resto. Pero…¿sabes qué? No es algo que me apene realmente. Es verdad que me gusta hacer música, componerte canciones con las que las personas se sientan identificadas o salir al escenario y recibir los aplausos del público. Pero, más me gusta pasar noches enteras mirándote a los ojos, y tener un futuro en el que podamos envejecer juntos. Un futuro asegurado, que no dependa de los vaivenes del arte.
- Yo también quiero envejecer a tu lado. Quiero ver como se te forman patas de gallo entorno a esos ojos que me vuelven loca. Verte cuando seas abuelo como le cuentas a tus nietos como nos conocimos, enseñarles a componer canciones, a tratar de manera cortés a las chicas y explicarles que nunca tienen ni que fumar ni tatuarse cosas en el pecho –rieron ambos de nuevo.
-Tengo entendido que no debería ser maestro alguien que precisamente peca de hacer todas esas cosas, sobre todo en el asunto de ser un caradura con las chicas.
-¡Serás desvergonzado! –exclamó exaltada y golpeándolo cariñosamente en el hombro.
Meidozen sacó de la funda del bajo una vieja guitarra acústica de un color verdeazulado ya gastado por los años. Se la colocó sobre sus piernas y comenzó a afinar las cuerdas ajustando las clavijas mientras hacía sonar las cuerdas con la uña de su pulgar derecho. Tras mover ligeramente la guitarra escuchó el sonido de algo que chocaba en el interior de la caja. Volcó la guitarra sobre la manta, y tras varios movimientos cayeron de su interior una veintena de bolitas diminutas.

-¡Pero si son huevos de mis gusanos de seda! –exclamó sorprendida Rosmer.
-Y aquí tenemos la explicación de por qué no creo que sea conveniente que te pongas a criar a esos bichos asquerosos en tu casa y sobre todo, que yo lleve instrumentos a ella cuando me quedo a pasar las noches contigo–regañó con suavidad a su amada.
-No seas cruel llamándolos bichos asquerosos. Con lo suaves y graciosos que son–citó de manera infantil, sonriendo como una niña pequeña–.No sé porque te parecen tan feos si son adorables y además se transforman en preciosas mariposas.
-Son asquerosos y los peores animales que existen. El león, el tigre, el águila, eso si que son animales fuertes y valerosos, pero los gusanos no. ¡Si incluso se arrastran!
-No será un tigre lo que te has tatuado en el pecho, ¿verdad?
-Eso ya lo veremos preciosa. Ahora escucha esto, lo compuse ayer, como regalo de aniversario para ti aunque aún no está acabada.

Se aclaró la voz, y acompañado de una mirada serena empezó a deslizar suavemente la yema de sus dedos por las cuerdas de la guitarra, cambiando levemente los trastes. Cerró los ojos y trató de hacer un esfuerzo sobrehumano en evitar que su voz temblase. Debía deleitar a su musa con la canción que gracias a ella había compuesto en lengua extranjera, que decía así:

“Entre la comisura de tus labios se posó una mariposa
porque confundió el manantial de la vida con tu boca.
Alguien bautizó como eclipse
cuando tus ojos se abrieron frente al Sol.
No te abrazo para expresarte que te amo,
Si no para asegurar con mis brazos que jamás
te separarás de mí, porque soy consciente
de que la única muerte que puedo sufrir,
es pasar la eternidad sin ti.”


-Me encanta. Para lo tontito que eres y la cantidad de tonterías que sueles decir, para cuando estás tocando eres otro completamente distinto.
-No te pases–rió levemente.
-Además, francamente no sé cómo es que eres bajista del grupo si tu habilidad con la guitarra es mucho mejor que la del resto. Deberías dejar de tocar el bajo.

-Bueno cambiando de tema, ¿y cómo fue el día en el trabajo? Me dijo Jimmy, el dueño de Colysseum, que su mujer lo llamó por teléfono porque su hijo se había caído de la bicicleta y que lo llevaron a tu consulta.
-El pequeño Nil. Sí, el pobre cayo de la bici sobre el costado izquierdo. El pobre vino llorando desconsoladamente pero nada más entrar paró el llanto y se quedó mirándome fijamente dejando caer la baba de su boquita. Que ternura de niño. Yo quiero que el nuestro sea así de lindo.
-Normal que dejara de llorar, con una médica tan guapa a cualquiera se le quita el llanto, el hipo, incluso las ganas de respirar. Tengo entendido que tienes locos a los niños del pueblo, que te llaman la doctora ángel, que haces milagros y que les haces desaparecer los dolores que tengan por arte de magia. Señora doctora–cayó tumbado sobre la manta a cuadros y comenzó a decir imitando voz de niño pequeño- me duele mucho el pecho, noto como que el corazón me va a estallar, me muero, por favor señora doctora ayúdeme.
-Eres todo un payaso–dibujó en su preciosa boca una sonrisa labial con la que sus labios se hacían aún más apetecibles para Meidozen. Siguiéndole el juego se situó a su lado, y como si se tratase del médico que inspecciona el cuerpo de un paciente tumbado en su camilla acarició el pecho de su amado con sus manos de nata adornadas por uñas lacradas en una mezcla de líneas negras y rojas–.A ver, ¿por dónde te duele? ¿Es por esta zona donde te has tatuado algo que aun no he visto?
-Me duele el corazón, pero la única manera que tienes para curarme es dándome un beso en los labios. No puedes permitir para tu reputación de pediatra que un paciente se te muera doctora –casi se le escapaba una risa actuando.
-Está bien, te curaré pero a cambio me tienes que dejar que mire que hay tatuado bajo la gaza. Ese es el pago, ¿trato hecho? –preguntó con ese tono que usan los niños pequeños cuando interpretan obras de teatro en sus colegios.
-Así sea con tal de que el insoportable dolor en mi pecho desaparezca doctora.

Tras las palabras de su novio, ella, despegó con delicadeza la gaza que se encontraba sobre el pectoral izquierdo de Meidozen. Al dejarlo descubierto pudo observar tatuado con una bella caligrafía su nombre, Rosmer. Su boca pintada de un color mucho más claro que el vino sonrió con ternura al ver la bella metáfora que había compuesto su novio como si ésta se tratara de una canción.
-Me he tatuado en el pecho tu nombre, justamente encima de donde se encuentra mi corazón para demostrarte que…
-No hace falta que digas más mi amor…
Como si fuera el telón de aquél teatro sus parpados cayeron mostrándole su difuminada sombra de ojos. Dejó caer su cuerpo sobre el de él, extendiendo sus labios a los de aquel hombre que la había conquistado por completo. Sus salivas se mezclaron en una tan suculenta para ellos como ambrosía del paraíso. Su pintura de labios coloreaba como oleo sus labios mientras las olas rompían en silencio, tan frágil que ni las anémonas lo sentían. La leve brisa cubrió el rostro de Meidozen con el sedoso cabello de la doctora, éste, con un suave movimiento de mano lo apartó delicadamente y le susurró al oído mientras inhalaba el aire:
-Me encanta ese perfume de olor a moras que rocía tu cuello. Cuando estoy nervioso en el escenario, frente a centenares de fans siempre pienso en él para relajarme. Me inspira paz porque me recuerda a cuando te veo, a cuando te beso, a cuando te hago el amor. Ese perfume me recuerda que tanto si en ese momento soy el mejor músico de la sala, o si solo soy un imbécil con un bajo, sea como sea, al salir de allí podré pasar la noche con la única melodía que realmente quiero escuchar. Y esa melodía es la que sale de tu boca Rosmer, tu voz.

Sus brazos llenos de pulseras de cuero envolvieron su preciosa piel de invierno. La yema de sus dedos acariciaba su nuca, y poco a poco con lentitud desplazó sus manos hacia sus caderas. Rosmer soltó un pequeño grito de dolor a lo que aconteció que Meidozen le preguntara preocupado:
-¿Te duele ahí cariño?
-No es nada, no te preocupes, sin querer me golpeé hoy con la mesa de la cocina, ya sabes lo torpe que soy cuando cocino y lo nerviosa que me pongo.
-La pasta te ha salido deliciosa, cocinas realmente bien –susurró de nuevo a su oído–¿Sabes una cosa que siempre me ha atraído de ti? Lo delicada que eres. Lo dulce, y frágil, como si fueras de cristal y necesites un cuidado especial. Como esas flores que se marchitan rápido secándose por no regarlas, o por excederse al echarles demasiado agua. Me encanta como sientes frío incluso en las tardes más calurosas de Otoño y te tapas con la manta casi tiritando, o esos resfriados tontos que coges nada más empieza a hacer un poco de frío.
- A mí me encanta de ti esa habilidad innata que tienes para hacerme reír siempre, incluso tras un mal día. Esa cara tan seria y lo guapo que te pones cuando estás componiendo una letra, como tiembla tu barbilla cuando riéndote me mientes diciéndome que no te has ido de juerga por bares con los del grupo, o la ilusión que expresa tu cara cuando descubres que te he preparado tu plato preferido. Eres mi gusano de seda favorito –volvió a sonreír con ternura.
- ¿Me estás llamando gusano? –Pellizcó sus mejillas mientras sonreía–.¡Vaya mal día para dejar de fumar!
-¿Por qué dices eso cariño?
-Durante todo el rato que hemos estado tumbados en la arena no he parado de sentir el olor del humo de cigarro.
-Serán que hay gente fumando por el paseo marítimo.
- Malditos, ellos pueden fumar y yo no, eso es injusticia.
-Anda, trata de olvidar eso. Mira, te distraeré. ¿Ves esa isla allá a lo lejos? –señaló la doctora en el mar, una lejana isla difuminada en la oscuridad.
-Sí, la he visto cientos de veces, pero ni siquiera sé su nombre la verdad.
-La llaman la Isla de las Flores de Luto. ¿Recuerdas esa historia que suelen contar para explicar cómo se creó Bladhollow?
-Sí, la de la muerte y el solo de guitarra. No es más que un cuento para que los rockeros de los alrededores sientan morbo por la historia y se acerquen a gastarse dinero en birras y conciertos.
-Pues según cuenta la tradición–comenzó a narrar Rosmer otorgándole cierta credibilidad a sus palabras –aquél día, antes de desembarcar en la costa, la muerte había venido de aquella isla. Según dicen, en la isla hay un parque que ocupa todo el lugar que se encuentra lleno de flores de luto, incluso están flores crecen en la arena de su costa.
-¿Y cuáles son esas flores de luto? Siento curiosidad por saber qué tipo de flor puede embellecer todo un parque deshabitado en el que no hay jardineros y además crece en la arena.
-Pues precisamente, la especie de flores que me acabas de regalar.
-Pero eso es imposible preciosa –dijo enfadado el bajista, ya que en cierta manera le enfadaba levemente que su novia se creyera todas esas falsas historias–.Es imposible que las rosas crezcan sobre la arena de la playa. Realmente sigues siendo una niña inocente.
-Vaya, pues si te pones así, no te cuento que hacía la muerte en aquél lugar.
-A ver, ¿que se supone que la muerte hacía allí?
-Nada nada, ahora no te lo cuento –apretaba los labios estando segura de que su novio insistiría en que lo contara.
-Venga, cuéntalo, me has dejado con la intriga.
-Pues, como iba diciendo, aquél día la muerte había venido de aquella isla de enterrar a la persona que más adoraba en el mundo, a su amada. La enterró bajo la manta de rosas y espinas bañadas por unas olas que rompían en sus desfiladeros con un depresivo lamento. Desde entonces, se rumorea entre los pescadores de la zona que nada más llegar a la isla uno siente el espino rodeando su corazón, que poco a poco lo va aprisionando en una pena tan intensa que desemboca en depresión. Según dicen, es el luto que guarda cada rosa desplomada en la orilla y en el parque por haber visto a la Muerte llorar al ver a su amada fallecida. Sea o no sea cierta la historia me apena. Además, según aseguran los pescadores, todas las flores ya hace mucho tiempo que murieron pues se encuentran marchitas, sus pétalos resecos comparten tumba con aquella mujer.
-Puedo demostrarte que esa historia no es cierta cariño –comentó seguro de sí mismo Meidozen–. Un día alquilaremos un bote y te llevaré a esa isla para que veas con tus propios ojos que no se trata más que de una isla normal y corriente, sin nada de rosas marchitas bañando la orilla, y nada de historias románticas que tratan de engañar a la gente. E incluso en el caso de que sea cierto que esas rosas marchitas están te regalaré allí una rosa al igual que te he regalado una hoy y así demostrarte que el amor que siento hacia ti es mucho mayor que el que sintió la muerte por su amada, porque si pudo llegar a marchitar un rosal, yo puedo crear en un rosal marchito un rayo de vida.

Las manos de Meidozen volvieron a deslizarse por la espalda de Rosmer, sus dedos índice y pulgar de ambas manos trabajaron conjuntamente para desabrochar el sujetador de ella. A continuación, sus manos sujetaron la camiseta de tirantas y la remangaron hasta altura del cuello. Sus pechos de algodón estaban en contacto con el pecho de Meidozen. Ambos se abrazaron con fuerza con los ojos cerrados.
-Me parece muy bonito el motivo por el que te gusta que nos abracemos cuando estamos a solas, con el torso desnudo –admitió Rosmer en voz baja.
-¿Así que no crees que es porque sea un pervertido adicto al contacto con tu cuerpo? –preguntó con aquél tono característico de sus constantes bromas.
-No. Creo que es porque eres adicto a otra cosa –respondió con una voz frágil, como si sus palabras salieran de un suspiro.
-¿A qué?
-A sentir el calor de mi corazón. Al estar nuestros pechos desnudos y en contacto la calidez de nuestros corazones la reflejamos en el cuerpo del otro. Y nuestros latidos se acaban sincronizando en una armonía perfecta, como si fuera un solo de guitarra perfecto. Es la única manera en que nuestros corazones están más próximos el uno del otro.
-Vaya, estoy sorprendido. ¿Cómo te has podido dar cuenta de ello si nunca te lo había comentado? –clavó su mirada en sus ojos verdes.
-Porque yo también siento en mi pecho la calidez de tu corazón.


Como un cuadro del romanticismo sus ojos eclipsaron a la Luna y a todas las estrellas que resplandecían con fuerza en la Vía Láctea. Éstas fueron testigos del amor eterno que sentían un hombre y una mujer y la que sería la última noche con vida de Rosmer, pues al día siguiente ella murió.





*Este capítulo va dedicado a aquellas personas a las que quiero, a las que me quieren y a las que me han querido y sin embargo yo sigo queriendo.